Dra. Eva Marcuschamer Stavchansky
Descriptores: Transferencia, contratransferencia complementaria, contraidentificación proyectiva y enactment.
Lo siniestro en la relación transferencia-contratransferencia
Es en el espacio analítico donde el paciente llega a contar su historia de amor, es ahí donde se inscribe la historia y se da su transformación. Transferencia y contratransferencia son los espacios donde ocurre el proceso analítico; es el espacio del significado, que sirve para comprender entre dos lo que sucede. Es el espacio de la ilusión para el crecimiento de la individualidad. Es donde ocurre en el aquí y ahora, lo de allá y entonces, para transformarlo en algo potencial con un futuro distinto a la compulsión de repetir.
Desde la primera llamada se da el encuentro entre el paciente y el analista. Es así como empieza la comunicación, es así como somos invitados a desempeñar un papel en la vida afectiva de nuestro paciente. No siempre sabemos qué papel desempeñamos o qué función se espera de nosotros. Por momentos experimentamos cierta claridad que permite comprender y sentirnos en sintonía con el paciente, se crean momentos en que nuestras fantasías o nuestras sensaciones son verbalizadas por el paciente, como si juntos viéramos un cuadro y sintiéramos al unísono. Esto fue expresado por Freud (1912) cuando recomendaba a los analistas a sintonizar su inconsciente con el de sus pacientes.
Roberto tenía 26 años cuando inició su tratamiento, sus padres me contactaron para hacer su primera cita. En esos momentos yo estaba iniciando mi formación como analista en la APM y empezaba mi supervisión tutorial. Mucho antes que Roberto llamara para solicitar su primera entrevista yo había comenzado a pensar qué horario sería conveniente para él. Anticipadamente comencé a hacer arreglos para su llegada sin siquiera saber si Roberto llamaría. Estaba respondiendo igual que sus padres que se anticiparon a hacer una solicitud que a su hijo le tocaba expresar. Por supuesto que esto y lo que sigue después, lo pude pensar a posteriori, cuando lo que sucedía en la díada había que llevarlo a supervisión, cuando se hizo evidente que el proceso requería de un tercero que hiciera el corte y nos devolviera a la realidad psíquica.
La primera cita fue muy conmovedora, estuvo impregnada de un tono realmente melancólico, lloró prácticamente toda la hora, y cuando a la salida me pidió entrar al baño, yo tuve la fantasía de que al abrir la puerta lo encontraría colgado, ahorcado. Al marcharse, dejó inundado el espacio de una gran tristeza y desolación. La historia de amor conmigo había iniciado. Su transferencia, desplegada. Mi contratransferencia complementaria también. La repetición del vínculo de amor primario puesta en la situación analítica.
La identificación proyectiva (Bion, 1990) predomina en el funcionamiento mental de Roberto, eso ha dificultado su desarrollo psíquico, y también dificultó su nacimiento dentro del proceso analítico. Primero su madre fue incapaz de revierie, y ahora yo, en la primera sesión había quedado inoculada, con mi pensamiento paralizado. Roberto se había despojado de su tristeza y desolación dejándome a mí preocupada por su vida, y de si sería capaz de ayudarlo. Al igual que sus padres, me quedé pensando qué podía hacer por él. Un solo contacto y ya estaba manifestándose un elemento siniestro de la relación transferencia-contratransferencia.
En las primeras entrevistas Roberto me habló de sus hermanos; él es el tercero de cuatro, una mujer, la mayor, y tres hombres, de los cuales él es el segundo. Entre su hermana mayor y el siguiente hay casi tres años de diferencia, mientras que entre su hermano y él hay sólo un año; el pequeño nació inesperadamente tres años y medio después de Roberto. Todos exitosos en su respectivo campo profesional y de pareja, a excepción de Roberto que estudió lo primero que se le ocurrió y a su edad no sabía en qué le gustaría trabajar, al igual que en lo afectivo todas las mujeres le parecían iguales, “ni bonitas ni feas, iguales”. Durante los primeros meses del tratamiento no podía comprender ese primer encuentro entre su madre y Roberto y que ahora se repetía en la transferencia-contratansferencia. Roberto se mostraba como una víctima de su historia y yo me sentía muy confundida con el despliegue de su estado emocional.
Poco tiempo después de iniciado el tratamiento, Roberto tomó unas vacaciones, sin embargo, las tomó sin permiso de la empresa donde trabajaba provocando que lo despidieran, y no hubo en él siquiera un dejo de pérdida cuando esto sucedió. Sus ahorros le alcanzarían para pagar el tratamiento unos meses más. Me sentí de nuevo preocupada, la sensación de pérdida que no sentía Roberto la sentía yo, el fenómeno de la contratransferencia complementaria estaba dado y el tratamiento peligraba. Roberto, se sentía momentáneamente liberado como desempleado. Cuando provocó que lo despidieran de su trabajo comenzó a venir al consultorio dos veces por semana, y se presentaba a las sesiones cada vez más deprimido; llegaba, se desplomaba en el sillón; iniciaba las sesiones quejándose de dolores físicos, cansancio, cuerpo cortado, cefalea, insomnio, cerraba los ojos y decía que el sol le molestaba, le cansaba. Odiaba caminar en la calle, pero prefería usar transporte público que su auto para llegar a consulta. Entonces comenzó a hablar sobre quitarse la vida. Todos en la familia se alarmaron, yo también. Era evidente la gravedad de lo que le estaba ocurriendo, Roberto solamente salía de su casa para venir a consulta, y sin embargo, dudé de sus intenciones suicidas, pero sí tomé muy en cuenta sus llamados de atención. En eso le ofrecí una sesión extra, sin costo. Sin darme cuenta Roberto me había reclutado para que inconscientemente jugara el papel de su madre culposa, desesperada, que intuye que dañó a su hijo aunque no entiende cómo, que necesita ayudarlo y no sabe cómo. La relación analítica ya estaba signada por el enactment, como dice Cassorla, la relación continente-contenido quedó estéril y el reclutamiento muto actuado.
Todo esto ya me empezaba a hablar de lo que le pasaba a Roberto, así como de todo lo que estaba en juego en su tratamiento. ¿Por qué estaba yo tan interesada en ayudarlo a mis expensas? ¿Qué es lo que estaba dado en la relación transferencia-contratransferencia? ¿Cuál era la culpa paterna que me llevaba a mí a actuarla? El error técnico de proponerle una sesión extra sin costo tenía que ver con partes inconscientes mías que tenía que descubrir no sólo su significado para mí, sino también, lo que estaba actuando de la contraidentificación proyectiva. ¿Era un aspecto omnipotente pensar que yo podría ayudarlo simplemente ofreciéndole una sesión más? ¿Qué aspectos del paciente habían sido proyectados para que la actuación del analista se hubiera dado ante la amenaza suicida? Sandler (1992) afirma que el paciente presiona para provocar una respuesta del analista que puede resultar en una “puesta en acto” y que hacer consciente estas actuaciones le permite al analista comprender el conflicto y las fantasías transferenciales asociadas al paciente. La sensación era que había más material que recolectar para el análisis pues la sesión en la que le dije que lo vería una vez más a la semana sin costo fue reveladora porque después de que se lo propuse se puso a llorar como un bebé, con una enorme emoción, y me dijo que le preocupaba estar tan mal, estaba muy enojado porque no lo había hecho antes, “¡Cuánta ayuda necesito!”, me decía y “Me enoja no haberla tenido”. El enojo estaba dirigido hacia sus padres y hacia mí. Era como si con mi oferta le hubiera constatado que había algo dentro de él muy dañado y es ahí que él se complace con esta incapacidad. Tan es así que en ningún momento expresó gratitud para conmigo. ¿Gratitud, de qué? Me llevó a pensar asimismo en una actitud de “Me lo merezco todo”, y concluí que estaba bien, pero ¿por qué? ¿Qué hemos hecho su madre/analista para tener que dárselo todo? ¿Qué hay en su historia que nos hace pensar en una madre la cual, a pesar de que es un chico ingrato y parasitario, uno tendría que seguir estando allí?
El paciente me tenía extremadamente preocupada, amenazaba con suicidarse, y cada sesión llegaba más deprimido que la anterior. Su tono era de vacío y desesperanza: Siempre he sentido que no me merezco nada, y al luchar por algo casi nunca lo obtengo, y si lo obtengo me sale roto o echado a perder. Pienso en algunos juguetes, en la fruta o en los zapatos, cuando me querían consentir siempre me salían mal o rotos o algo pasaba, los perdía o me los robaban… siento que nunca me ha ido bien en la vida, nunca me va a ir bien y estoy pagando un castigo..
Este era el mismo sujeto que aparecía como conquistador y maltratador de mujeres, terriblemente enojado con sus padres y sin poder experimentar ninguna muestra de gratitud hacia ellos…, o hacia mí. En ese momento estaba sin trabajo, y no parecía preocupado por ello. El dinero que había ahorrado solamente le duraría unos meses más. Y yo me preguntaba, ¿cómo ahorró? ¿A expensas de quién? Entonces empezó a aparecer en el material cómo hacía para que sus amigos y amigas pagaran por él y bueno, el mejor ejemplo en la transferencia era que yo también le estaba dando una sesión gratis. Yo creo que le caigo bien a la gente, siempre como que estoy protegido por mis amigos, les caigo bien, se la pasan bien conmigo y también las niñas…les digo cosas bonitas, ellos me dicen que soy ocurrente, las niñas me dicen que las hago reír, les levanto la autoestima, les digo que son muy bonitas, las escucho mucho, les hago creer que las entiendo, les doy la razón cuando me cuentan algo. Mientras Roberto hablaba yo me preguntaba dónde estaba esa parte de él que no venía a tratamiento y lo mucho que me hacía creer que entendía mis interpretaciones.
Es de esperarse que frente a la violencia del paciente, el analista interprete el material mostrándole el uso de la identificación proyectiva en él. Sin embargo, el analista que no es capaz de tolerar lo proyectado puede reaccionar frente a la violencia de la identificación proyectiva del paciente teniendo a su vez una reacción igualmente violenta, negando o ignorando su violencia, desplazando su reacción en otro paciente o sufriendo los efectos de una contra-identificación que nos lleva al enactment o puesta en acto. La respuesta del analista depende del grado de tolerancia que él tenga. El uso excesivo de la identificación proyectiva por parte del paciente despierta reacciones específicas en el analista que es llevado pasiva e inconscientemente a jugar el rol que el paciente le proyecta. Esto es lo que León Grinberg (1962) llama contra-identificación proyectiva. Cassorla continua este planteamiento diciendo que cuando el mecanismo de identificación proyectiva del paciente es exagerado o violento por su propia historia (cuando él a su vez fue sujeto de intensa identificación proyectiva por parte de su madre), la diada se ve involucrada en una colusión sin darse cuenta de ello.
Desde antes que llegara Roberto a consulta se dio un enactment crónico que tuvo su punto álgido cuando le di la sesión extra sin costo. Como bien dice nuestro autor si el analista busca comprender su actuación servirá para ir desanudando lentamente lo traumático de la historia infantil. Cuando la contra-identificación ocurre, la comunicación entre el paciente y el analista se interrumpe y aparece la comunicación propia de la identificación proyectiva (Bion), el contenido emocional intolerable para el paciente es proyectado en el analista que sufre sus efectos y reacciona como si hubiera adquirido y asimilado las partes proyectadas en él de una manera real y concreta.
Era llamativo hasta para mí no estar enojada con su actitud, me mostraba complaciente y él complacido frente a mi sometimiento. ¿Qué sentía Roberto sobre lo que me ocurría contratransferencialmente? El paciente genera el sentimiento requerido siempre y cuando el analista se deje impactar por lo que el paciente le transmite.
Para Roberto sus padres eran los perseguidores, los culpables de todo lo que le ocurría, tenía virulentas discusiones con ellos para culparlos y terminaba sintiéndose bien, liberado, hasta regocijado, pero al día siguiente se sentía muy mal, abatido de nuevo. Los únicos momentos en que todo parecía maravilloso en su vida eran cuando salía de fiesta, se emborrachaba hasta casi quedar inconsciente, y no se acordaba de nada.
Toda la semana esperaba para que eso ocurriera, el momento de ver a sus amigos, ligarse a una niña y estar extasiado con ayuda del alcohol. Pero al siguiente día, todo estaba igual: mal, desesperanzador, terrible. Este era el estado de su mente, atrapado en esta idea repetitiva: el mundo da asco, todo está mal dentro y fuera de mí. Con el tiempo pudimos darnos cuenta que su madre lo había abandonado física y emocionalmente cuando nació Julio, su hermano menor gravemente enfermo desde que salió de la maternidad. A sus tres años y medio Roberto pasó de ser el rey, el benjamín, a ser el olvidado, una carga para todos pues era un chico inquieto y vivaz, y esa violencia recibida por el abandono de sus padres le daba el derecho de maltratarlos, parasitándolos.
El nacimiento de Julio aparecía como resultado de que todo estaba mal dentro y fuera de él, de manera que mis intentos por ayudarle eran insuficientes pues el daño había sido brutal y la recompensa por ello se perpetuaba: su mamá le cocinaba, le lavaba su ropa, lo ayudaba económicamente, su analista lo recompensaba con una sesión extra. Cuando ambos lo entendimos, Roberto pudo recuperar su trabajo y pagarme dos sesiones, sin embargo, mucho tiempo más tendrá que pasar para que su historia de amor cambie….No siempre es claro si es lo proyectado por el paciente o si es la respuesta del analista a él o a lo que dice. Como dice Christopher Bollas “….”esta inevitable, siempre presente y necesaria incertidumbre sobre la razón de nuestro sentir imprime un matiz de humildad y responsabilidad a la consideración íntima que en cada caso podemos hacer de nuestra contratransferencia”
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