El secreto no está en hacer siempre lo que se quiere sino en querer siempre lo que se hace. Tolstoi
Elegir una carrera es la decisión más importante de la vida realizada en la adolescencia, es parte del logro de la identidad personal, y en la actualidad es una elección más permanente que la de elegir pareja, tomando en cuenta que el 50% de los matrimonios hoy día terminan en divorcio. Estudiosos en la materia han descubierto que solamente el 70% de los adolescentes de tercero de preparatoria saben cuál será su ocupación futura. El resto, no saben qué ocupación elegirán una vez terminada esta etapa vital. Se sentirán confusos, asustados y muchos de ellos elegirán cualquier opción: la del amigo, la que le dijo su mamá, la que le gusta a su novia o novio, la que les lata, la que papá encuentra prestigiosa, etcétera.
Una vez que nos hayamos dado cuenta de la relevancia de elegir una ocupación, tenemos que pensar qué tipo de personas somos cuando se trata de tomar una decisión. Sin embargo, el autoconocimiento no es cosa fácil. Por ello, algunos jóvenes van a hacerse una batería de pruebas psicológicas, con la idea errónea de asistir a un evento parecido a la lectura del tarot, “para que le digan para qué es bueno y a qué puede dedicarse de por vida”. Me he dado cuenta que estos jóvenes casi nunca están satisfechos con los resultados de las pruebas psicológicas, algunos salen más confundidos, otros enojados y dependerá de su personalidad lo que suceda después. Hay algunos que al temer el compromiso dejan que otros tomen la decisión por él o simplemente no deciden, se paralizan y piden que la sociedad les otorgue un tiempo para no pensar: se van de hajshará, estudian inglés o computación o entran a trabajar con el papá o el tío, a ver qué pasa. Hay otros jóvenes que tienen un particular terror al fracaso, están interesados en estudiar, se informan, buscan opciones pero no pueden elegir porque temen no sobresalir, no ser exitosos y podrían pasar la eternidad buscando alguna opción encontrando que siempre hay algo mejor que lo que pensaron. Algunos de ellos eligen una carrera por pensarla exitosa y una vez que están en ella se cambian a otra y así sucesivamente hasta que llegan desesperados con un profesional pidiendo ayuda. Se ha encontrado que el 30% de los estudiantes de preparatoria tendrán ciertos problemas para elegir una ocupación futura y requieren de asistencia de un profesional para lograrlo. Si nos hacemos conscientes de este problema será más fácil pedir ayuda a un profesional de manera preventiva y no hasta que el joven se encuentre desesperado. Y es que el problema de decisión se anuda al desarrollo de la identidad, de manera que cuando hubo una detención en este proceso se requerirá de ayuda psicológica más profunda para solventarlo.
¿Y qué pasa mientras tanto con los padres? La experiencia clínica los muestra desesperados, con muchos deseos de ayudar a sus hijos sin saber cómo y no pudiéndose explicar por qué hay más problemas ahora para elegir ocupación que antaño. Veamos las circunstancias: en la actualidad hay más de 220 licenciaturas para elegir y más de mil carreras técnicas. Los estudios realizados al principio de este milenio nos advirtieron que las carreras técnicas son las carreras del futuro. Un técnico en cableado tiene más ingresos que un licenciado en comunicación, una manicurista gana con cada clienta a domicilio el equivalente de una consulta psicológica, por supuesto que estamos hablando de técnicos especializados versus profesionales de unas de las carreras más ofertadas en México. Sin embargo, los padres queremos que nuestros hijos tengan una carrera profesional a pesar de la realidad socioprofesional de México, es decir, a pesar de la oferta y demanda ocupacional en su localidad. Es tiempo de informarnos para saber cuál es la situación de nuestro país y qué tipo de profesionales requiere. Informarnos del campo socioprofesional supone una importante tarea que tiene que ser consecuencia del autoconocimiento. Es decir, que no se compran los muebles de una casa antes de comprar la casa, de igual manera no podemos informarnos de las carreras, su oferta y demanda así como el campo de trabajo antes de que reflexionemos en la siguiente pregunta: ¿Quién soy?. Así es, hay que buscar dentro de nosotros mismos las características de personalidad que nos definen, las actividades que nos gustan, las que nos disgustan, nuestras habilidades, potencialidades y limitaciones, nuestros valores y lo que pretendemos alcanzar en el futuro con la ocupación elegida. Para después volcarnos en el mundo de la información. Esta tampoco es tarea fácil, pues aunque en esta época con un clic en google estamos actualizados, los estudiosos han probado una y otra vez que en esta era de información lo que sobresale es la desinformación. Una de las consecuencias de este problema es que de las 220 licenciaturas que existen, solo 10 son las más pobladas, es decir, el 56% de la población de la República Mexicana se encuentra inscrita en las carreras de: Contabilidad, Derecho, Ingeniería en Sistemas, Ingeniería Mecánica, Comunicaciones, Psicología, Normal de Educadoras, Administración, Arquitectura y Medicina. Esto se traduce en ver ingenieros manejando un taxi o médicos en la industria restaurantera. Pero sobre todo, en la desesperación de muchos que al terminar una profesión no encuentran trabajo.
En una ocasión al terminar una conferencia en una escuela de la comunidad una mamá muy enojada me enfrentó contra cien adolescentes diciendo que estudiar no era la única opción para los jóvenes, que era costoso mandar a los hijos a estudiar y que la escuela no era para todos, que había gente muy exitosa sin una profesión y puso el ejemplo del inventor de Youtube. Con tristeza y preocupación le respondí que el 53% de la población mexicana entre los 15 y los 19 años no asiste a la escuela, por lo tanto, tampoco tendrán posibilidades de estudiar una carrera. Y que si bien es cierto que vivimos en una época en donde un jugador de fútbol como Kaká puede ganar diez millones de euros por temporada lo que significa mucho más de lo que le dan a Donald Bitzer (inventor de la pantalla de plasma) anualmente para hacer investigación. También es cierto que Jawed Karim inventor del sitio Youtube lo hizo sin haber terminado una carrera, sin embargo pocos saben que a pesar de ser socio de un gran emporio regresó a la universidad de Stanford para terminar sus estudios. Lo que sí es definitivo es que entre nuestros jóvenes hay muy pocos Kaká o Karim, y no nos queda más que estudiar para competir con la fuerza productiva de nuestro país, poder independizarnos de nuestros padres y hacer un hogar. En México, un mensajero puede ganar 3000 pesos al mes y un ingeniero industrial 18000 (ver http://boletin-infomail.typepad.com/2007.pdf), y es cierto que en la sociedad necesitamos de mensajeros al igual que de ingenieros, la decisión la tienen los jóvenes, ¿qué tipo de ocupación quiero tener? ¿Qué me importa más, el salario o un trabajo que me apasione? ¿Qué es más importante, el dinero o el prestigio? ¿Qué significa tener éxito para mí? Lo cierto es que en la actualidad mientras más preparado estás, más éxito, prestigio y salario puedes alcanzar, eso significa hablar al menos dos idiomas, tener estudios de postgrado o especialización técnica, hacer intercambios con otras universidades para conocer otras culturas. Y esto solo es posible cuando hemos elegido una ocupación que nos apasione y que coincida con las necesidades ocupacionales de nuestra comunidad. La época en donde los negocios se pasaban de generación en generación se está extinguiendo, los negocios familiares cada vez son menos, lo que deja a los jóvenes a buscar sus propias formas de ingreso y a los padres a ofrecerles las herramientas para poder elegir una ocupación que les confiera un estilo de vida.
Cuando elegimos algo, una actividad, una prenda de vestir o un platillo para comer renunciamos también a algo. Por ello, decimos que cada elección conlleva una pérdida y toda pérdida implica un duelo. Éste es un estado de dolor necesario para despedirse y desprenderse de cosas, situaciones o personas que no podemos tener, realizar o permanecer en ellas. Sin embargo, el duelo que es parte de elegir una ocupación es distinto pues conlleva la promesa de un futuro mejor. Elegir una ocupación es elegir ser adulto, nada fácil en esta época en donde todos queremos ser niños sin responsabilidades, de puro placer sin obligación, de goce sin esfuerzo. Esta dificultad es el producto de la posmodernidad que trajo consigo la incertidumbre y nos ha dejado con la única alternativa de volver la vista a los valores, a lo sólido de la permanencia, a la estabilidad.
¿Cómo elegir una ocupación a la luz de la posmodernidad? Los padres tienen la difícil tarea de comprender que es responsabilidad de sus hijos la elección de una ocupación, que orientar no significa decidir por ellos. Sabemos que el hecho de que nuestros hijos crezcan implica un duelo ante la pérdida de los hijos pequeños y dependientes que necesitaban mucho más de nosotros para poder hacer sus actividades; los padres de los niños pequeños son idealizados, perfectos, son los que todo lo saben y los que todo lo hacen bien, mientras que los padres de adolescentes son los obsoletos, los que casi nada saben, los que están fuera de la moda y por consiguiente, los que ya casi no son tomados en cuenta. Los amigos y otros adultos reemplazan a los padres haciendo la tolerancia a la exclusión una tarea propia y difícil para los padres de los adolescentes. Esto trae emociones encontradas, ambivalentes: por un lado, gusto amoroso de verlos crecer y con capacidad para hacer las cosas y por otro lado, dolor porque nos han desplazado, porque ya no somos indispensables como cuando ellos eran pequeños. Nuestro lugar protagónico en la sociedad deberemos cederlo por amor a nuestros hijos y eso supone una pérdida narcisista y dolorosa para nosotros. Aunque sepamos muy bien y entendamos que eso forma parte del ciclo vital, tenemos que estar preparados. Como buenos jugadores de la vida que somos, tendremos que cederles nuestro lugar, pero no sin un costo de amoroso dolor. Mientras que la tarea de los adolescentes es hacerse cargo de este momento vital, buscar la manera de conocerse a sí mismo, sus intereses, valores, habilidades, su forma de ser e informarse: conocer lo que ocurre más allá de las fronteras de su habitación o del antro de moda. La identidad ocupacional es una tarea que se renueva durante toda la vida, con cada trabajo, cada logro, cada fracaso, vivimos una aventura que nos permite conocernos a nosotros mismos.
No hay recetas para el éxito, hay que conocerlo para saborearlo, aventurarnos para probarlo y dedicarnos para disfrutarlo.