Melanie Klein, considerada en el mundo del psicoanálisis como una gran clínica, nació en Viena en marzo de 1882. Su vida estuvo marcada por grandes pérdidas desde su temprana infancia, primero murió su hermana cuando Melanie tenía cuatro años; de adolescente murió su padre que fue médico, en su juventud temprana muere su único hermano y compañero de juegos y mucho más tarde, su hijo en un accidente. Pienso que no podemos deslindar la personalidad y las vivencias del psicoanalista de su práctica y sus logros. Sin duda, Melanie Klein fue una estudiosa incansable que trabajó hasta los últimos años de su vida a pesar de haber truncado sus estudios de medicina ante la muerte de su padre y las dificultades económicas que eso supuso. Así, la Señora Klein, como se le conoció en el mundo del psicoanálisis, desarrolló una teoría a partir de su trabajo con niños y de estudiar y comprender el vínculo con sus pacientes.
Melanie Klein sostiene que la persona nace sintiendo una fuerte angustia de aniquilación producto de la agresión inherente del ser humano. La agresión tiene el correlato de la angustia y como la mente busca instintivamente el placer tiende a desarrollar mecanismos patológicos frente a la hostilidad constitutiva de la mente. Uno de ellos es la expulsión de la hostilidad para preservar lo bueno de la experiencia amorosa del vínculo. Así cuando la madre satisface las necesidades instintivas del recién nacido, el bebé experimenta placer y traduce en amoroso el acto de cuidado; mientras que la frustración es experimentada como hostilidad y odio y al ser expulsada por intolerable al exterior se traduce en ansiedades persecutorias. Así, para Klein, las relaciones tempranas están matizadas por intensos y excluyentes afectos de amor y odio, y la mente es un mundo interno poblado de objetos concretos buenos y malos que tienen una intención y una relación particular entre ellos y con el yo.
Para Klein lo agresivo es instintivo e innato, claramente lo vemos en el juego violento y destructivo del niño que expresa en ello su mundo interno y puede ser una fase del desarrollo normal. Sin embargo, cuando el sadismo es intenso, la patología se asoma y se traduce en una dificultad para el aprendizaje y para las relaciones con los demás.
Uno de los postulados más importantes de Klein, a mi parecer y que nos es posible verlo en la clínica, es que la realidad externa se percibe desde la interna. De ahí que para una persona que tiene un pleito con su novio(a), puede significar ser abandonado, la muerte o imposibilidad de vivir sin el otro o simplemente producto de una diferencia de pensamiento. De tal suerte que, todas y cada una de estas fantasías representan el mundo interno de la persona en cuestión. El dicho, las cosas son según el cristal con que se miren, da cuenta de la realidad interna y de la manera que la persona percibe el mundo externo.
La fantasía produce estados mentales concretos tan intensos como las conductas externas. Por ello la persona que se enojó con su novio y piensa que moriría sin él o ella, tiene una fantasía terrorífica que al mismo tiempo es violenta y agresiva y provocará ansiedad persecutoria y temores de retaliación. Una paciente me contó que de pequeña cada vez que sus padres se iban de viaje pensaba que el avión se estrellaría y ellos perecerían. Esta fantasía, tan real para ella en esos momentos, la torturaba tanto que le provocaba insomnio e ideas obsesivas de contraer una grave enfermedad. El sentimiento de abandono tan intenso y hostil que experimentaba cuando sus padres viajaban, y la dejaban con la cuidadora, la llevaba a producir esas fantasías persecutorias y retaliatorias.
La idea kleiniana de la importancia de la agresión en el desarrollo psíquico alcanza su punto culminante con el concepto de envidia (1957). La envidia supone destruir lo bueno por no poder tolerar los atributos que el objeto posee; es la imposibilidad de recibir por el odio que genera lo que no se tiene y se quiere. Esta idea nos permite comprender patologías tan graves como las adicciones o los trastornos de alimentación. Estos fenómenos humanos tan complejos que se relacionan con el odio y la autodestrucción.
Para Melanie Klein la mente humana está poblada por fantasías de celos, rivalidad, exclusión y envidia, nadie estamos exentos de experimentarlos, las diferencias individuales estriban en la tolerancia hacia esas vivencias. Depende del amor que recibamos de las personas significativas y de nuestra posibilidad interna de traducirlas en algo bondadoso y que nos ayude a crecer.
Afortunadamente, la fase agresiva, persecutoria y explosiva se va atenuando a partir de la vivencia amorosa del cuidado materno. El odio disminuye y va cediendo su lugar a la reparación e integración, adquiriendo los objetos un sentido más realista. Así, la persona que discutió con su novio(a) en lugar de sentir rabia, exclusión y abandono, puede comprender que las diferencias de pensamiento pueden llevar a discusiones en las que el amor no se ve amenazado.
Así, cuando la agresión es menos intensa el yo se integra y sintetiza lo que siente hacia el objeto. El amor predomina al odio y a lo destructivo y las ansiedades depresivas se hacen presentes. Es importante aclarar que para un desarrollo normal tiene que haber un adecuado monto de ansiedad, es su exceso el que produce patología.
La disminución de la ansiedad fortalece e integra al yo, se maneja mejor la agresión, se siente menos culpa. Esto ayuda a reinstalar al objeto amado perdido dentro de uno mismo y se traduce como la capacidad de cuidado a uno mismo, de amar al otro y de disfrutar lo que la vida nos da.